miércoles, 6 de diciembre de 2017

BAPHOMET: La cabeza cortada que no morirá.


BAPHOMET: La cabeza cortada que no morirá.

 

Viernes 13 de Octubre de 1307 – un día espantoso. Especialmente si usted era un Caballero Templario. Porque ese día terrible, justo cuando el solcomenzaba a elevarse, los senescales del rey Felipe IV se avalanzaron sobre las posesiones francesas de la Orden, arrestando a los miembros y confiscando sus propiedades. El rey debía a la Orden gran cantidad de dinero, y estaba esperanzado en echar mano al supuesto gran Tesoro Templario que los había hecho fabulosamente ricos. Pero los Templarios habían sido avisados, y habían enviado el tesoro, junto con, quizás, algunos objetos místicos, a sus preceptorías en Escocia, donde el ambiente era mucho más favorable para ellos.
En todo caso, con la asistencia del Papa Clemente V, su así llamado “marioneta”, el rey Felipe, hizo torturar y ejecutar por la Inquisición a los Caballeros. Fueron acusados, entre otras cosas, de herejía, necromancia, prácticas homosexuales, y de llevar a cabo un estrafalario ritual que incluía escupir, defecar, o de cualquier forma profanar la cruz (lo cual, de ser cierto, sería quizás evidencia de que ellos no creían en la crucifixión).
Sometidos a extremas torturas físicas, la mayoría de ellos confesó. De hecho, muchas de sus confesiones fueron notoriamente similares en los detalles. El tema más popular de las confesiones fue la adoración de un ídolo llamado “Baphomet”. Algunas veces descrito como un gato o una cabra cuyo ano era besado ritualmente, Baphomet era con mayor frecuencia descrito como una cabeza cercenada. Una lista de cargos elevada por la Inquisición el 12 de agosto de 1308, dice:
“Item, que en cada provincia ellos tenían ídolos, a saber cabezas.
Item, que ellos adoraban estos ídolos.
Item, que ellos afirmaban que la cabeza podía salvarlos.
Item, que ella podría hacerlos ricos.
Item, que ella podía hacer florecer a los árboles.
Item, que ella hacía que la tierra germinase.
Item, que ellos rodeaban o tocaban la mencionada cabeza del ídolo con pequeñas cuerdas, que ellos usaban alrededor de sí debajo de sus camisas sobre la piel.”
Admitiendo la probabilidad de que estos cargos fuesen ciertos, nos vemos impelidos a examinar los posibles orígenes y significados de la famosa cabeza cortada.
¿De dónde provino?

miércoles, 25 de octubre de 2017

LA GRAN HEREJÍA




Es posible Afirmar que el Nuevo Testamento confunde la situación adrede cuando representa al Bautista
como servidor de Jesús, y que el sucesor oficial de Juan fue un gnóstico y practicante de la magia sexual como Simón, choca con el relato «tradicional» a tal punto, que parece completamente inventado. Pero ya hemos visto que muchos y destacados estudiosos del Nuevo Testamento han llegado a esas conclusiones con independencia los unos de los otros; aquí nos hemos limitado a recopilarlos y comentarlos.
La mayoría de los modernos especialistas bíblicos admite que Juan el Bautista fue un destacado dirigente político cuyo mensaje religioso amenazaba con desestabilizar de algún modo la situación de Palestina. Y también se sabe desde hace tiempo que Jesús fue un personaje similar. Pero ¿cómo relacionaremos esa dimensión política de su misión con lo que hemos averiguado acerca de su formación en una escuela mistérica egipcia?

martes, 11 de julio de 2017

ADDENDA .•. (La Túnica del Maestro)

ADDENDA 

(La Túnica del Maestro)
Ocultos en las profundidades de lo desconocido, tres seres silenciosos tejen la interminable trama del destino humano. Se les llama las Hermanas, conocidas en la mitología como las Furias o las Parcas que incesantemente trenzan entre sus dedos un delgado hilo, el hilo de la vida, que un día deberá ser tejido para convertirse en veste viva: la túnica de la exaltación del Rey Sacerdote.
Los místicos y filósofos del mundo han conocido dicha veste de modos diferentes. Para algunos es el sencillo traje amarillo del Budismo. Para los antiguos judíos era símbolo de la túnica del gran sacerdote, para otras religiones cambia quizá el color aunque jamás el significado, es la Veste de la Gloria del Señor. Para los hermanos Francmasones, azul y oro - la Estrella de Belén -, la veste nupcial del Espíritu. Tres Hadas tejen la trama de esta veste viva, pero el hombre mismo es el creador de sus Hadas. La triple trama de pensamiento, acción y deseo lo sujetan al penetrar en el sagrado lugar donde trata de ser admitido: la hermética logia; aunque, después, ese mismo hilo sirva para tejer espléndida cobertura cuyos purificados pliegues cubran la sagrada chispa de su ser.

viernes, 7 de julio de 2017

Claves Esotéricas de las Obras Maestras Literarias

 
Texto tomado de  Bóveda de Luz

Claves Esotéricas de las Obras Maestras Literarias•

Para establecer un punto de partida, lo más indicado es comenzar el estudio de la simbología profunda esotérica de las grandes obras por la epopeya homérica.
Los estudios realizados datan su creación entre los años 750 y 700 A.C., aunque las historias míticas a que hace referencia son mucho más antiguas y se remontan al siglo XII A.C., a los tiempos micénicos. En el siglo XIX, en épocas de exacerbado gusto por la erudición surgió la llamada Cuestión Homérica; a partir de estudios filológicos y de datos históricos y antropológicos entre los que se ubicaba de manera preferencial el descubrimiento de las verdaderas ruinas de Troya por Schliemann, hubo quienes llegaron a considerar que La Ilíada y La Odisea constituían la obra no de uno sino de varios autores. En el presente, habiéndose sutilizado las herramientas de análisis (mediante los aportes de la ciencia psicológica, de la crítica estructural, de la lingüística comparada), no se pone en duda que detrás de estas dos obras monumentales hay un inspirado y formidable artista: Homero.
En el caso de La Ilíada fue el compilador de lo que venían cantando secularmente los aedas, valiéndose de tradiciones muy antiguas, pero su genio estuvo en otorgarle una estructura dramática y una forma literaria a las peripecias de los nueve años de asedio a la ciudad de Troya por parte de los aqueos. La Odisea tiene con la anterior diferencias sustanciales: fue escrita por Homero en su madurez, luego de un largo viaje al oriente cercano que lo puso en contacto con añejas culturas; además, considerándola desde una perspectiva estrictamente literaria, encontramos que es una “novela”, la primera novela conocida por la riqueza sicológica de los personajes, el manejo del suspenso y de la intriga, la capacidad de inventiva, el gusto de contar una historia que encierra muchas otras.
Una “lectura” simbólica de La Odisea•

domingo, 30 de abril de 2017

La Semilla...



Caminaba por las montañas de Arizona junto a Canción Estrellada, el chamán que tenía el don de usar la música para perpetuar la sabiduría de su pueblo, cuando paramos en una pequeña planicie con una vista encantadora. Él extendió su manto de colores en el suelo, encendió la inconfundible pipa con hornillo de piedra roja y me pidió que preparara la hoguera. Después entonó con su tambor de dos faces una sentida canción ancestral en la cual pedía protección para nunca abandonar ‘el lado asoleado del sendero’. Permanecimos un tiempo sin pronunciar palabra, el cual no puedo precisar, como viajantes en el mundo de las ideas hasta que el chamán quebró el silencio: “Hay muchos elementos en la naturaleza que considero sagrados por el simbolismo que representan. El nacimiento del sol por la importancia de la luz en nuestras vidas; el vuelo del águila porque me enseña a ver todas las cosas desde lo alto; las estrellas para recordar que existen otros mundos además de este; el cambio de estaciones por la lección de la renovación de los ciclos; la mariposa por hacerme ver que la oruga puede tener alas; el río para no olvidar que todas las aguas un día llegan al mar. No obstante, nada me encanta tanto como la semilla”. Dio una bocanada y prosiguió: “En fin, hay lecciones por todas partes. Lo sagrado se mezcla con lo mundano a la espera de ser revelado”. Cuando iba a interrumpirlo para preguntarle sobre la semilla, la conversación cambió de curso. Él dijo: “Así como la magia aguarda el momento del hechicero”.

Jamás




Estábamos en el tren. El Viejo y yo, como cariñosamente llamábamos al monje más antiguo del monasterio, íbamos en demorado viaje rumbo a una renombrada universidad donde él daría una conferencia. Aproveché la oportunidad para cuestionarlo sobre las dificultades del perfeccionamiento personal. Sugerí la existencia de un manual más sencillo que nos orientara en el Camino, pues los textos sagrados eran demasiado complejos y, a menudo, poseían interpretaciones herméticas y codificadas. El Viejo levantó los hombros y dijo: “No hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti”, hizo una pequeña pausa para que yo reflexionara un poco sobre lo que acababa de decir y concluyó: “Todo perfeccionamiento del ser consiste en vivir esa lección mayor. ¿Quieres algo más sencillo que eso?”
Comenté que todo se me hacía muy complicado, pues siempre hay un ejercicio de posibilidades entre luz y sombras. El Viejo refutó: “Por eso todas las elecciones son sagradas. Ellas definen quiénes somos. Por lo tanto, presta siempre atención: cada gesto o palabra es semilla de discordia o de paz”. Dije que entendía, pero le confesé que tenía dificultad y que necesitaba de ayuda. El monje guardó silencio durante algún tiempo y dijo: “Existe el Manual del Andariego”, tomó una pequeña pausa y complementó en tono travieso, evidenciando el buen humor que lo caracterizaba: “Está destinado a los niños”. Reímos. Claro que tal libro no existe. Sin embargo, yo lo provoqué y le pedí que me facilitara las cosas. El Viejo, siempre generoso, prosiguió: “Presta atención a la Regla del Jamás. Es como las señales que protegen al conductor en la carretera”:

martes, 18 de abril de 2017

LA PENA MÁS ALLA DE LA PENA



Cada vez que iba a la pequeña y encantadora ciudad situada en la falda de la montaña que abriga al monasterio, no perdía la oportunidad de visitar a Lorenzo el elegante zapatero, amante de los libros y de los vinos. Remendar cuero era su oficio; coser ideas, su arte. No siempre lo encontraba pues su taller funcionaba en horarios aleatorios. En aquel día, ya al final de la tarde, me alegré al ver su antigua bicicleta recostada en el poste al frente del taller. Buena señal. El buen amigo me pidió que lo esperara un poco mientras terminaba un trabajo y, en seguida, nos dirigimos a una silenciosa taberna en busca de buena prosa y una copa de vino. Pidió un pedazo de queso de marca famosa para acompañar el vino al mesero que nos atendió. De inmediato repliqué al recordar que el dueño de aquella conocida empresa de productos lácteos había sido condenado por un crimen gravísimo. Le dije que no me sentía a gusto en comer aquella marca de queso y le sugerí que pidiésemos otra cosa. Intrigado el artesano preguntó: “¿Comer del queso te hará cómplice del crimen”? Respondí que no iría a confabular con actitudes ultrajantes y añadí que actuaba de acuerdo con mi consciencia. Él me miró con bondad antes de decir: “Sí, debemos actuar siempre en sintonía con nuestras mejores razones. No es bueno cuando esto no sucede. Sin embargo, permitir la expansión de la consciencia más allá de los condicionamientos sociales y culturales, será siempre un ejercicio de transformación y ligereza. No obstante, la pregunta que debemos hacernos es: ¿Qué sentimiento me mueve? Ya que definimos quienes somos de acuerdo con nuestras elecciones”.

domingo, 16 de abril de 2017

La Mágia de las Palabras...




Todos somos magos y la palabra es el principal ingrediente del calderón. A través de lo que se dice o se escibe podemos invitar a la gente a danzar, sembrando alegría y esperanza o podemos construir muros, difundiendo odio y miedo. Este es el poder y él es tuyo. De esta manera, cada manifestación se vuelve un acto de mágia y define el tipo de mago que escogemos ser.
Desde tiempos remotos se enseña que la palabra tiene poder. Cada palabra contiene en sí una idea. Diversas culturas enseñan valiosas lecciones sobre el cuidado que debemos tener con la palabra.
El cristianismo manifiesta que las palabras revelan lo que cada uno tiene en el corazón. Ellas son la exacta medida del nível de consciencia de quien las emite.
Los cabalistas narran una bella historia en la cual un profesor, para corregir a un alumno que difamó a su compañero, le pidió que escribiera la ofensa en un pedazo de papel. Después el profesor determinó que la rasgase en muchos pedazos y los soltara en un lugar asotado por una fuerte ventisca y que recogiera todo nuevamente. Imposible, respondió el agresor pues ya no sabía en donde habían quedado los pedazos dispersos y perdidos. Así sucede con nuestras palabras, dijo el bondadoso profesor, después de dichas ya no nos pertenecen más e ignoramos cuál será su destino.
– Presta atención antes de hablar. Escucha a todas las partes involucradas, en toda discordia hay como mínimo dos versiones, más allá de la verdad!
– Pondera qué sentimientos te mueven: odio, celos, venganza, envidia o amor y paz.
– Otra precaución que debemos tener es el de no disfrazar el deseo de venganza con el manto de la justicia. A menudo, bajo el falso pretexo de un acto noble, ocultamos y dejamos escapar nuestros más densos y sombríos sentimientos.
– Se claro y objetivo con tus palabras. No es no; sí es sí. Expon tu manera de pensar serenamente y respeta la opinión ajena, contraria a la tuya. Que tu corazón nunca se olvide de que la buena semilla no se pierde y que, en el momento oportuno, germina.
– Las más sabias palabras caen al avismo si no son el espejo de las actitudes de quien las dijo.
– Se siempre sincero y nunca finjas afecto; sin embargo, recuerda que el amor es la fuerza más poderosa que existe. El amor es la materia prima de todos los milagros. La palabra trae luz a los ciegos.

Las Herramientas del Amor...




Cuando el Viejo, como cariñosamente llamábamos al monje más antiguo de la Orden, entró a la agradable biblioteca del monasterio, yo estaba inmerso en la reflexión de un trecho del libro de parábolas de Rami. El monje retiró un libro del estante y se acomodó a mi lado en una confortable poltrona. Reparé que era el milenario Tao Te Ching, El Libro del Camino y de la Virtud, de Lao Zi. Como estábamos solos en la biblioteca osé poner tema. Le comenté que casualmente leía un libro que también abordaba el valor de las virtudes y, además de enaltecer el coraje como una de ellas, sentenciaba que ‘el amor es para los fuertes’. El monje con su voz siempre suave, fue lacónico en su comentario: “Sí, es verdad”. Discrepé bajo el argumento de que el amor, dada su importancia, estaba a disposición de todos indiscriminadamente. El Viejo me miró con su enorme paciencia y dijo: “Sí, también es verdad”. Meneé la cabeza y agité las manos, como si esos movimientos pudiesen amplificar mis razones, y le dije que estaba siendo incoherente: el amor era para todos o sólo para los fuertes. Le pedí que se decidiera. El monje arqueó los labios con una leve sonrisa y explicó: “Confundes todo, Yoskhaz. ¿No te das cuenta que se trata de cosas diferentes? O mejor, de situaciones en que el amor se presenta de maneras distintas”.
“Sí, el amor está a disposición de cada persona pues al ser la fuerza que rige al universo, reposa en la esencia de todos. El amor es el camino y el destino; es la mayor virtud, pues está presente en todas las demás virtudes o ellas dejan de existir. No obstante, para vivir el amor, al menos en toda su extensión, necesitamos de aquellas otras virtudes como instrumentos de diseminación del bien. Así permitimos no sólo el desarrollo del propio ser, sino también la propagación de la luz por él emanada hasta la más distante de las estrellas. El universo agradece y nos retribuye también con luz por gratitud y justicia”. Hizo una breve pausa y prosiguió: “El amor es la virtud indispensable para las transformaciones; por tanto, sin él no hay evolución. Sin embargo, el amor adormecido en cada uno de nosotros necesita trabajo para despertar y crecer en las adversidades. Amar a quien nos ama es fácil; muchos pueden amar cuando las situaciones son favorables; amar en las adversidades solamente le es permitido a los fuertes”.

domingo, 9 de abril de 2017

La Puerta...




De todos los lugares del monasterio, la biblioteca siempre fue mi preferido. Escoger uno de los innumerables títulos disponibles, acomodarme en una de sus confortables poltronas y repartir la atención entre las letras y el maravilloso paisaje de las montañas, proporcionado por las enormes ventanas, permiten momentos de pura magia. Muchas veces encontré al Viejo, como cariñosamente llamábamos al monje más antiguo de la Orden, en algún rincón encantado con la lectura o en viaje profundo en los mares de la reflexión. En ese día yo había acabado de escoger un libro cuando percibí que él me observaba. Levantó las cejas queriendo saber qué había escogido. Le mostré la portada y él sonrió en aprobación. Era una antología de conferencias de Yogananda. Aproveché que había una silla libre a su lado y me senté. Le pregunté qué leía. El monje respondió con un susurro: “El Sermón de la Montaña”. Cierta vez, él me había revelado que leía ese pequeño texto todos los días antes de iniciar cualquier otra lectura, pero no imaginaba que lo decía en sentido literal. Ante mi expresión de asombro el Viejo dijo: “Las letras del Sermón están vivas y siempre me traen enseñanzas sin fin”. Yo ya lo había leído varias veces y le pregunté sobre qué trecho estaba meditando. El monje dijo con voz suave: “Aquella parte que dice que ‘estrecha es la puerta y apretado el camino de la vida. Raros son los que lo encuentran’”. Dije que sabía de que se trataba y me adelanté para mostrarle toda la erudición que pensaba tener. Dije que aquel capítulo tenía la función de orientar sobre el cuidado de no insistir en los senderos anchos de la perdición. Complementé diciendo que no encontraba mayores dificultades en su interpretación, bastaba que fuésemos siempre honestos. Así de simple. El Viejo me ofreció una dulce sonrisa de agradecimiento como respuesta y volvió a concentrarse en la lectura y en sus pensamientos. Me sentí orgulloso de mí mismo.

sábado, 1 de abril de 2017

Abrazando las Sombras




A todos los discípulos de la Orden se les había avisado que, en breve, uno de nosotros sería consagrado monje en ceremonia permitida sólo a los iniciados. No tuve dudas de que yo sería el escogido. Aunque no era el alumno más antiguo, era el más cercano al Viejo, como cariñosamente llamábamos al decano del monasterio. La ansiedad se apoderó de mí, me sentía orgulloso; permanecí sin dormir algunas noches imaginando como sería el ritual de pasaje, tan comentado de discípulo a monje en los corredores, hasta que llegó la noticia de que el aprendiz que sería consagrado era otro. Lo que parecía ser día se volvió noche. La brisa agradable que me acariciaba el ego se volvió una violenta tempestad, capaz de barrer mis mejores sentimientos hacia un lugar tan distante que tuve la sensación de que nunca más los encontraría.
Los celos me convencieron de que aquella decisión era injusta. La envidia llegó para  avisarme que la vida era así, injusta por naturaleza. Para empeorar, el escogido para convertirse en monje había sido el aprendiz con quien yo más debatía y combatía en las clases de filosofía y de metafísica. La tristeza me cubrió con un espeso velo para secretear que buenos sentimientos son frutos del árbol de la ingenuidad: un cordero no sobrevive en medio de lobos. Sí, yo era la víctima perfecta.
Pasé algunos días ponderando la posibilidad de desvincularme de la Orden. Estaba convencido de que era una pérdida de tiempo insistir en un sueño que no encontraba respaldo, ni siquiera entre aquellos en quienes yo más confiaba. Irritado, evaluaba si debía hacer un discurso para desenmascarar la farsa o si salía en silencio, sin aviso, a manera de protesta. Al atravesar el jardín interno del monasterio vi al Viejo cuidando de las flores. Intenté evitarlo. No sirvió de nada. Al percibir mi presencia, sin darse la vuelta, me pidió que me aproximara. Guardó las pequeñas herramientas en el bolsillo de la túnica y me pidió que lo acompañara hasta su pequeña sala de trabajo. A solas, me sirvió una taza de té y dijo: “Yoskhaz, abre tu corazón”.

La Revelación




Mi primera fase como discípulo en la Orden estuvo representada por muchas preguntas relacionadas con los misterios que envuelven la vida; algo que siempre consideré positivo, ya que me impulsaba a la reflexión y también me enseñó mucho sobre paciencia y serenidad, pues las respuestas apenas son permitidas cuando estamos listos para entenderlas. No que ellas sean negadas, sólo que no conseguimos verlas, como si un manto de invisibilidad las envolvieran, hasta que nuestros ojos cambian. Yo había terminado de barrer el jardín y antes de seguir hacia la biblioteca del monasterio pasé por la recepción para buscar una taza de café. Libros y café son una combinación que siempre he adorado. Encontré al Viejo, ante un pedazo de torta de pan, con la mirada distante. Pedí permiso para interrumpir sus pensamientos y sentarme a su lado para conversar un poco. Él me autorizó con una dulce sonrisa. Le dije que había leído un poema atribuido a un antiguo alquimista persa que relataba el diálogo entre un caravanero y un grano de arena. Había una parte que me intrigaba mucho:
“Grano de Arena: Yo soy el desierto.
Caravanero: No, eres apenas parte del desierto. Sin ti, el desierto continuará siendo el desierto.
Grano de Arena: Engaño. Si falto el desierto estará incompleto y viajará en mi búsqueda.
Caravanero: Devaneas entre la soberbia y la locura.
Grano de Arena: Entiendo tu juicio. Cada cual lo hace con los ojos que posee en el momento. Créelo, ver es un arte.
Caravanero: ¿Díme, qué no percibo?
Grano de Arena: La fuente de la que bebo. No existe el todo sin la parte.
Caravanero: ¿Así de simple?
Grano de Arena: La parte contiene el todo en sí; yo traigo el desierto en mí.
Para conocer el desierto hay que desvendar el grano.
Este es el poder y la revelación”.

sábado, 25 de marzo de 2017

La Magía de Encontrarse Consigo Mísmo



Canción Estrellada estaba sentado en la puerta de su tienda. Soltaba una bocanada de humo de su pipa. Era aquella hora en que el día se vuelve noche. El sol ya se había ido y la luna aún no había llegado. Yo me sentía cansado, había acabado de llegar de la ciudad y estaba bastante molesto con una serie de problemas personales. Hacía días andaba malhumorado. “Hay momentos en que dan ganas de desaparecer”, lamenté la suerte cuando pasé al lado del chamán. “Huir del mundo no te hará escapar de la vida”, me respondió con una sonrisa irónica. Me callé e intenté seguir. Apenas quería bañarme y dormir, pero él me mandó a sentar. “Hoy voy a enseñarte sobre la Puerta del Sur” dijo, y en seguida me pasó su pipa para que fumaramos juntos, en señal de confianza y respeto. Agarró su tambor de dos caras para marcar el ritmo de una sentida canción nativa. Cerré los ojos y me dejé envolver en aquel ambiente de paz. “En la Tradición del Camino Rojo, la Rueda de la Vida – o Rueda de Cura, pues la vida no es más que un infinito proceso de cura del espíritu, según la justa medida de su evolución – posee cuatro portales, representados por las direcciones magnéticas del planeta. Generalmente me gusta comenzar por el Este, en donde habitan los antepasados que aprendieron a cavalgar con el viento. No obstante, contigo voy a comenzar por el Sur”, explicó. Antes de que tuviese tiempo de preguntar el motivo me dijo: “Existe una necesidad urgente de que te desnudes del personaje que creaste en la vana ilusión de protegerte de todo y de todos; te engañas al intentar mostrar que eres fuerte, pues allí habita tu debilidad. Esto hizo con que hayas abandonado tu verdadera fuerza. Todo lo que no hace parte de nosotros, incomoda por inadecuación”.

La Vida Exige ligereza...

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“Cuanto menos necesito más libre soy. La libertad trae consigo la ligereza de espíritu”, me dijo un anciano y sabio chamán , sentado alrededor de una fogata una noche en la víspera de Pothlach. Canción Estrellada (era su nombre) -como fue conocido después que descubrió su don de iluminar el camino a las personas de su clan a través de la palabra, cantada o no, como una linterna de proa que muestra las olas que se acercan- me explicaba con paciencia la ceremonia del día siguiente, donde cada uno donaría un objeto de su estimación.
El desapego de los bienes materiales es un buen ejercicio para renovar ideas y conceptos que, a veces, al estar obsoletos, interfieren en nuestra jornada. La simbología del ritual consiste en que cada uno vea y entienda la necesidad de renovarse emocional, intelectual y espiritualmente. Al renunciar a algo que estamos apegados, aprendemos a transformar sentimientos y pensamientos que, al guardarlos inutilmente, se vuelven pesados e interfieren en nuestro caminar. Entendemos que todo puede ser diferente. La vida exige ligereza.
Para seguir adelante en el infinito y fantástico sendero de la vida tenemos que entender su flujo para que nunca se interrumpa, o nos volveremos amargados al percibir que los demás siguen el viaje mientras estamos atados al entretejido de cosas innecesarias.
“Ofrecer un objeto que no sea realmente valioso es manchar la propia dignidad, defraudar el ritual y a la vida. Es como fingir un sentimiento. Se puede engañar a un hermano, pero jamás engañamos al Universo, que como respuesta nos niega el permiso para proseguir hasta que el error sea reparado. Vivir es aprender, transformar, compartir y seguir. Compartir lo mejor de sí es la única forma de prepararse para las nuevas riquezas que la vida tiene para brindarnos”.
Estimular en sí mismo el deshacerse de un objeto valioso es preparar la transformación de la visión. Alinear los deseos primarios del ego con las necesidades sutiles del alma exige desapego y coraje, sabiduría y amor. Es pura luz.

Alquimistas Modernos



Uno de los grandes sueños de la humanidad, a través de los tiempos, ha sido transformar el hierro en oro. El otro es la imortalidad. Así, la humanidad ha atravesado los siglos alimentando la ambición de vivir para siempre, de manera ostentosa y sin el esfuerzo del trabajo cotidiano. Bastaría un pedazo de metal barato dentro del calderón en ebullición para  transformarlo en el producto más antiguo y precioso para que el mercado se enterara de la noticia. Castillos lujosos, comida en abundancia, todos los placeres para siempre.
Existe una buena cantidad de literatura medieval sobre aquellos científicos que sobrevivieron a las explosiones y al tiempo. Textos con criptografías próprias y en códigos para que apenas los iniciados en asuntos esotéricos fueran capaces de leer. Para algunos el motivo del secreto era resguardar la fórmula que garantizaría la transformación y la fortuna, pues si el valioso metal estuviera a disposición de todos perdería su noble valor. Para otros todo esto es una gran tontería.
El hombre vive a través de los siglos conforme su nivel de conciencia trayendo para sí las exactas experiencias esenciales de acuerdo con su aprendizaje. Culturas distintas se mezclan a propósito para aprender y enseñar entre sí. Como una cadena invisible, la humanidad crea eslabones de libertad y unidad.
La vida nos muestra que la evolución es hija de la transformación. El mundo se renueva y avanza con los cambios operados sobre su propio eje. Una sociedad o tribu apenas mejora su entendimiento sobre todas las cosas cuando cada uno de los miembros modifica verdaderamente su forma de ver y actuar sobre algo. Cualquier cambio impuesto más allá de las fronteras de la conciencia es frágil y pasajero.
En resúmen, desde siempre hemos entendido, o deberíamos entender, el valor de las transformaciones o la esencia alquímica.
Falta decodificar la piedra filosofal y el elixir de la vida.
Los alquimistas siempre tuvieron fama de ser sujetos extraños e inteligentes. O, por qué no, locos. Pienso que continúan siendo así, al menos los verdaderos alquimistas. Por qué titularían de piedra filosofal el secreto que transforma el hierro en oro? Por qué usar el término filosofía en una cuestión puramente financiera o científica?

domingo, 19 de marzo de 2017

El Problema no es el Problema...






El problema no es el problema, se trata mas bien de la incapacidad de proseguir ante la adversidad. Es la pérdida ante la posibilidad de  transformación, una decisión puramente interna, que depende solamente de uno mismo.
Tú tendrás dos interlocutores durante el proceso: el ego que te hará sentir agraviado, para asegurarse de que no era digno de acontecimientos difíciles y aplicará la más insalubre prisión: la victimización. Por otro lado tenemos el alma, el espíritu eterno que somos, que ansia la evolución y que sabe que la covardia no cambia la realidad.
La dificultad es grave? Muerte, enfermedades con secuelas irreversibles, amores que se van, quiebras dolorosas… Y entonces?… Imposible revertir la situación externamente? Puede ser la Vida misma mostrándonos que los cambios deben hacerse internamente.
No, no es fácil y nadie afirma lo contrario.
Hablas así porque no sucedió contigo, gritarían muchos. No lo fue, o por lo menos no de esta vez. Todos, sin excepción, enfrentarán sus batallas.
Cada uno tiene los problemas en la exacta medida y según la necesidad de su evolución. El ego de quien sufre tiene una enorme dificultad para entender esto. Al final todos somos buenos y casi perfectos, no es así? Si y no. Todos caminamos hacia la plenitud, sin embargo el camino es largo y se vuelve tortuoso en la medida en que el caminante insiste en pisar mal. La falta de entendimento sobre la manera correcta de andar hace que el viaje sea más difícil y demorado. Quieres cambiar el camino? Basta cambiar la manera de caminar. Entiende que durante la travesía puedes arrastrarte o volar y esta elección sólo a ti corresponde. Pies o alas? Es necesario entender, evolucionar y transformarse a sí mismo. Las tradiciones chamánicas, que buscan la sabiduría en la naturaleza, lo llaman la lección de la mariposa. El poder está dentro de ti.
Así de simple? Si y no.

sábado, 18 de marzo de 2017

La Cura por la Verdad




Los pueblos nativos americanos, adeptos al chamanismo, tienen un símbolo sagrado llamado “Rueda de Cura o Rueda de la Vida”. No en vano entienden que vivir es un proceso infinito de cura; transitar en belleza por el infinito camino de la vida, según palabras de un anciano Navajo. El símbolo tiene la sagrada misión de recordarnos que, a través de nuestras relaciones, vamos a encontrar el remedio o el veneno para nuestros dolores. En la medida en que aprendemos quiénes somos y pacificamos  nuestra convivencia con todo y con todos avanzamos un aro en la Rueda de la Vida. Nos volvemos más fuertes para seguir adelante.
Cierta vez oí de un sabio monge tibetano que el Budismo no era religión, ni tampoco filosofía. El Budismo es convivencia social, aclaró, pues toda teoría sólo tendrá algún valor si se aplica en las relaciones cotidianas. Conocimiento que no es vivido es como pan en la vitrina que aunque llena los ojos, no sacía el hambre.
La vida no es más que un proceso continuo de cura. La razón de vivir es puramente cicatrizar las heridas emocionales, extirpar tumores sicológicos, sanar dolores afectivos. Sólo así seremos plenos, verdaderamente felices. Antiguas y actuales relaciones a menudo hieren y maltratan de tal manera que, si lo permitimos, el sufrimiento se instala como si allí fuera su casa eterna. Todos los que pasan por nuestras vidas, en mayor o menor grado de intensidad, son nuestros maestros pues traen situaciones, agradables o no, que permitirán florescer lo mejor que hay en nosotros, desde que tengamos coraje, sabiduría y amor para buscar las respuestas en la fuente de toda verdad. Esta luz está dentro de ti. No es fácil y no siempre el primer encuentro es agradable, ya que com frecuencia usamos el artificio de la ilusión para personificar quién quisiéramos ser, con la vana esperanza de que esto atenue nuestros dolores. Es la mentira que nos contamos a nosotros mismos lo que nos impide la cura. Es indispensable despojarse del personaje social que creamos, que al ser irreal, atrasa nuestro encuentro con la verdad, retardando el deseado tren rumbo a las tierras altas de la plenitud. Para ser feliz es necesario ser todo. Ser todo solamente es posible si viajamos en el vagón de la verdad.

jueves, 16 de marzo de 2017

El arte de estar suspendido en el aire



Cuando entré a la Orden tenía la errónea idea de que la vida en el monasterio era solamente contemplativa, alejada de todas las impurezas del mundo como manera de mantener a los monjes puros. Aunque había un periodo inicial de recogimiento para la adecuada iniciación, de mucho estudio y meditación, pronto éramos enviados de vuelta al mundo como método eficaz de conocimiento y perfeccionamiento de sí mismo. El Viejo, como cariñosamente llamábamos al monje más antiguo de la Orden, solía decir que “lo sagrado no está separado de lo mundano, sino oculto en él”. Es en la convivencia común de lo cotidiano que podemos entender mejor nuestras reacciones y las asperezas que aún nos hace sangrar. Limarlas es el perfeccionamiento necesario; el perfeccionamiento lleva a la transformación; la transformación se traduce en evolución. Los periodos de soledad y reflexión son tan fértiles como las fases de convivencia social o profesional. En verdad, son partes distintas de una misma clase. Ellas se diferencian para complementarse.
En aquella época, cada vez que regresaba al monasterio llegaba muy afligido emocionalmente. Esa vez no fue diferente. A pesar de que la Orden costeara sus propios gastos con los famosos chocolates artesanales confeccionados en una de sus cocinas y vendidos para apreciadores que aguardaban en larga fila de espera, la OEMM es una orden esotérica que tiene entre sus premisas el valor del trabajo y la independencia financiera de sus monjes, como son denominados sus miembros. Por esto, todos tienen empleos, son profesionales liberales o empresarios. Hasta el mismo Viejo viajaba bastante para dar conferencias en muchos lugares. Ir al mundo siempre renueva y trae un buen y rico material para el estudio de sí mismo. Aquella vez había sido peor. Yo estaba muy tenso. Mi firma tenía fuerte competencia por nuevas empresas que prometían más por menos y el mercado se mostraba receptivo a ellas. La quiebra era el miedo que estaba al acecho. El Viejo percibió mi irritación y dispersión. Yo le expliqué lo que sucedía. Él dijo: “Si diste lo mejor tan sólo aguarda la respuesta del universo con serenidad”. Aquellas palabras me irritaron pero me controlé y le dije que no tenía la menor duda de haber hecho todo lo posible. Le expliqué que mi desequilibrio era grande y en el monasterio sería más fácil apaciguar el corazón. El monje meneó la cabeza demostrando que entendía. El Viejo me dijo con calma: “Aunque algunos lugares sean centros de anclaje de energía, no es necesario ir a ningún lugar para conversar con la propia alma. Para encontrarte contigo mismo el silencio es el mejor lugar”. Le dije que estaba tenso y que mis noches eran mal dormidas. El Viejo cerró los ojos como si buscara algo en las gavetas de la memoria y recitó un pequeño poema: “Aprende a confiar en lo que está sucediendo. Si hay silencio deja que aumente, algo surgirá. Si hay tempestad, déjala rugir, ella se calmará”.

sábado, 11 de marzo de 2017

Las herramientas de la luz...




El sol aún no había nacido cuando llegué a la pequeña y elegante ciudad localizada en la falda de la montaña que abriga al monasterio. Había aprovechado que un camión de entrega me llevara hasta allí y vagaba sin rumbo por las calles estrechas y sinuosas, adornadas con un bello piso de piedra. La humedad del rocío reflejaba la luz centelleante del alumbrado de la ciudad, componiendo un bonito escenario. El ruido de mis pasos maculaba el imperioso silencio en aquella hora de la madrugada. Decidí arriesgar y caminé hasta el taller de Lorenzo, el zapatero amante de los vinos y de los libros; los tintos y los de filosofía eran sus preferidos. Remendar el cuero era su oficio; coser ideas, su arte. La tienda del artesano era famosa por los horarios improbables e inconstantes de funcionamiento. Cuando giré en la esquina, a la distancia divisé su clásica bicicleta recostada en el poste. Percibí que aquel sería un buen día. Fui recibido con la alegría habitual y prontamente estábamos sentados con dos tazas humeantes de café sobre el mostrador. Le dije que precisaba desahogarme y conversar un poco, pues me veía ante una delicada situación: en un viaje reciente a una gran metrópoli donde fui a acompañar al Viejo, como cariñosamente llamábamos al monje más antiguo de la Orden, en un ciclo de conferencias que él impartió dentro de una universidad, vi a la esposa de un primo en una clara situción extraconyugal. Ella, al percibir que yo había presenciado la escena, me buscó para que no revelase nada. Me contó que era un caso antiguo y mal resuelto que necesitaba ser aclarado dentro de ella. Adicionó que amaba a mi primo y que no quería destruir la familia que había construído con él y con los dos hijos de la pareja. Además dijo que al solucionar el enigma en su corazón estaría segura de ser una esposa mucho mejor. Me pareció que hablaba con sinceridad. De hecho, ella y mi primo, con los hijos, parecían formar una familia feliz. No obstante, la omisión muchas veces es casi una mentira. Contar o no contar, éste era mi dilema pues yo tenía un compromiso conmigo mismo de ser siempre honesto, no abandonar la verdad y nunca distanciarme de la buena moral.

lunes, 27 de febrero de 2017

El Encanto de los Rituales

El Encanto de los Rituales


La mañana parecía soñolienta. Era el último día del año y yo estaba viendo por internet los preparativos para las fiestas en varios lugares del mundo. Todos los periódicos mostraban las mismas noticias. La pereza y el mal humor estaban instalados en mis entrañas. Después del desayuno el Viejo, como cariñosamente llamábamos al monje más antiguo de la Orden, percibiendo mi desgana, me invitó a caminar por uno de los senderos del bosque localizado en la montaña que abriga al monasterio. Por algún motivo que no puedo explicar, andar activa mi mente así que comencé a exponer mis lamentos sobre las celebraciones de Año Nuevo al considerarlas innecesarias, pues al final es una noche como cualquier otra, con nubes o estrellas y el sol inexorablemente saldrá por la mañana. El monje no comentó nada. Animado al imaginar que estaba de acuerdo conmigo, quise saber lo que pensaba. El Viejo me miró rápidamente, me brindó una sonrisa traviesa y dijo: “Creo que estás muy tedioso, Yoskhaz” y continuó caminando.
La irritación aumentó. Provocándolo, indagué por una justificación sensata sobre varias fiestas que se hacían en el mundo durante el año, donde me parecía que las personas sólo querían comer, beber y bailar. Él continuó andando a paso lento pero firme, lo que lo caracterizaba, hasta que llegamos a un espacio abierto, era un mirador que ofrecía una vista indescriptible. Se sentó en una piedra y dijo: