Uno de los grandes sueños de la humanidad, a través de los tiempos,
ha sido transformar el hierro en oro. El otro es la imortalidad. Así, la
humanidad ha atravesado los siglos alimentando la ambición de vivir
para siempre, de manera ostentosa y sin el esfuerzo del trabajo
cotidiano. Bastaría un pedazo de metal barato dentro del calderón en
ebullición para transformarlo en el producto más antiguo y precioso
para que el mercado se enterara de la noticia. Castillos lujosos, comida
en abundancia, todos los placeres para siempre.
Existe una buena cantidad de literatura medieval sobre aquellos
científicos que sobrevivieron a las explosiones y al tiempo. Textos con
criptografías próprias y en códigos para que apenas los iniciados en
asuntos esotéricos fueran capaces de leer. Para algunos el motivo del
secreto era resguardar la fórmula que garantizaría la transformación y
la fortuna, pues si el valioso metal estuviera a disposición de todos
perdería su noble valor. Para otros todo esto es una gran tontería.
El hombre vive a través de los siglos conforme su nivel de conciencia
trayendo para sí las exactas experiencias esenciales de acuerdo con su
aprendizaje. Culturas distintas se mezclan a propósito para aprender y
enseñar entre sí. Como una cadena invisible, la humanidad crea eslabones
de libertad y unidad.
La vida nos muestra que la evolución es hija de la transformación. El
mundo se renueva y avanza con los cambios operados sobre su propio eje.
Una sociedad o tribu apenas mejora su entendimiento sobre todas las
cosas cuando cada uno de los miembros modifica verdaderamente su forma
de ver y actuar sobre algo. Cualquier cambio impuesto más allá de las
fronteras de la conciencia es frágil y pasajero.
En resúmen, desde siempre hemos entendido, o deberíamos entender, el valor de las transformaciones o la esencia alquímica.
Falta decodificar la piedra filosofal y el elixir de la vida.
Los alquimistas siempre tuvieron fama de ser sujetos extraños e
inteligentes. O, por qué no, locos. Pienso que continúan siendo así, al
menos los verdaderos alquimistas. Por qué titularían de piedra filosofal
el secreto que transforma el hierro en oro? Por qué usar el término
filosofía en una cuestión puramente financiera o científica?
Desde el comienzo de los tiempos el oro es símbolo de gran riqueza y
poder. Trae en sí dos conceptos importantes: su valor invaluable
independiente de las crisis políticas o mundanas; es imperecible, no se
oxida o desgasta. En teoría, sería un puerto seguro para atracar y
proteger nuestra flota de preocupaciones e inseguridades. Sin embargo,
filosofía significa, a groso modo, la capacidad de pensar la realidad de
forma crítica e independiente, observar y analizar todas las cosas
desde todos los ángulos y posibilidades. Pero, no estábamos hablando de
oro? Exacto. Nos falta conceptualizar el oro al que se referían aquellos
brujos extraños de la época. La referencia era en sentido literal o
figurado? La respuesta está en si podemos interpretar los textos y
parábolas sagradas en sentido literal.
No. Lo sagrado estará siempre oculto y a disposición del mundo hasta que cada cual lo revele para sí.
Nuestra riqueza más valiosa es nuestro espíritu, totalmente
inmaterial. Estamos todos, sin excepción, en un viaje infinito y
maravilloso de la estación de las tinieblas al puerto de la luz. Con
muchas escalas. El tiempo de travesía es propio y relativo, pues depende
de la capacidad individual de transformarse, de entender las propias
sombras y transmutarlas en luz. Sombra en luz, hierro en oro, esta es la
piedra filosofal.
El espíritu fuerte y libre enfrenta las tempestades de este mundo
tridimensional con serenidad, ya que es conciente de que nadie le puede
arrebatar su verdadera riqueza. Incendios destruyen casas, guerras
arruinan patrimonios e imperios poderosos, ladrones te arrebatan tus
pertenencias, pero quien te robará el amor y la sabiduría enraizadas en
tu alma? Ningún rey o juez puede condenarte a perder estos bienes.
Tampoco el tiempo lo pudrirá o el mercado depreciará su valor. Tu
siempre estarás más allá de esos débiles poderes. Aquí está el oro.
Sin embargo, tendremos la muerte siempre al acecho, con su guadaña
afilada amenazándonos y asustándonos con las señales de enfermedad,
desastres, asesinatos, sentencias condenatorias o del propio reloj de la
existencia. Para que serviría todo el oro si la muerte acaba con la
vida y con ella toda la ganancia obtenida por el amor y la sabiduría? De
ahí la necesidad del elixir de la eterna juventud que permite que el
oro pueda ser disfrutado en paz y para siempre.
Lo más curioso es que ese precioso líquido que permea tu existencia
te pertence y has bebido de su fuente desde siempre. Muchos aún no
entendieron o se han olvidado de esto a cada problema que surge. Somos
eternos, todos. No a través de nuestro cuerpo frágil y transitorio,
templo provisional del espíritu, el cual es eterno. Tu eres espíritu
infinito y no el personaje físico que hoy recorre un pedazo de la gran
travesía, cada trecho tiene su belleza por la oportunidad para aprender,
compartir transformarse y evoluicionar. La muerte es una de las grandes
y bonitas lecciones transformadoras. Tu eres y tienes tan sólo lo que
vives: tus sentimientos, la alegría que sembraste por donde pasaste, el
abrazo sentido, la sonrrisa sincera. Aquí está tu equipaje. Se muere
muchas veces y cada nacimiento significa una nueva oportunidad para
alcanzar la próxima estación hasta el puerto de destino o la
iluminación, usando el término típico de la milenaria filosofía
oriental. Entender este proceso significa liberarse del sufrimiento que
cuestiones y preocupaciones menores, traídas por la transitoriedad de lo
físico, te impeden disfrutar de todo el oro que es tuyo e interfiere en
la transformación de una cantidad mayor de hierro en reluciente metal.
Sombras en luz, más y más, cada vez más.
Así, concientes o no, traemos la alquimia viva latiendo a cada día en
nuestras almas. La búsqueda incesante y esencial opera infinitas
transmutaciones capaces de convertir hierro en oro para seguir el viaje,
ya que en cada puerto es necesario presentar un equipaje alquímico
mayor y, como consecuencia, más leve. Amor y sabiduría son visados
indispensables para sellar el pasaporte.
Así de fácil? Preguntan los más escépticos y desconfiados. Por qué
los sabios de la antiguedad no desvelaron la fórmula de manera didáctica
y directa, en cambio de decodificarla para pocos? Tenemos que entender
que todo, absolutamente todo, está acorde a su tiempo. La Historia está
repleta de magos condenados y asesinados por hablar de asuntos con
enfoques distintos a los oficialmente aceptados. Las hogueras de la
Inquisición e intolerancia ardieron y quemaron conciencias cristalinas
con la ilusión de que el fuego extinguiera la verdad. Todavía hoy existe
desconfianza y descrédito por parte de muchos que se niegan a entender,
disfrutar y deleitarse con la alquimia de la vida, de la propia vida.
El hombre siempre temió lo que no podía entender o imaginaba ser una
amenaza capaz de hurtarle sus pobres posesiones y conquistas ilusorias.
El tiempo es inexorable y trae las transformaciones necesarias para que
podamos continuar el viaje. La vida es el camino, somos andariegos, la
luz es el destino.
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