lunes, 27 de febrero de 2017

El Encanto de los Rituales

El Encanto de los Rituales


La mañana parecía soñolienta. Era el último día del año y yo estaba viendo por internet los preparativos para las fiestas en varios lugares del mundo. Todos los periódicos mostraban las mismas noticias. La pereza y el mal humor estaban instalados en mis entrañas. Después del desayuno el Viejo, como cariñosamente llamábamos al monje más antiguo de la Orden, percibiendo mi desgana, me invitó a caminar por uno de los senderos del bosque localizado en la montaña que abriga al monasterio. Por algún motivo que no puedo explicar, andar activa mi mente así que comencé a exponer mis lamentos sobre las celebraciones de Año Nuevo al considerarlas innecesarias, pues al final es una noche como cualquier otra, con nubes o estrellas y el sol inexorablemente saldrá por la mañana. El monje no comentó nada. Animado al imaginar que estaba de acuerdo conmigo, quise saber lo que pensaba. El Viejo me miró rápidamente, me brindó una sonrisa traviesa y dijo: “Creo que estás muy tedioso, Yoskhaz” y continuó caminando.
La irritación aumentó. Provocándolo, indagué por una justificación sensata sobre varias fiestas que se hacían en el mundo durante el año, donde me parecía que las personas sólo querían comer, beber y bailar. Él continuó andando a paso lento pero firme, lo que lo caracterizaba, hasta que llegamos a un espacio abierto, era un mirador que ofrecía una vista indescriptible. Se sentó en una piedra y dijo: